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Exposició “Mas Mini Mal o la Invasión del Mini Yo” de Pablo Bellot
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Exposició “Mas Mini Mal o la Invasión del Mini Yo” de Pablo Bellot

La exposición "Mes Mini Mal o la invasión del Mini Yo en MM" está basada en la elaboración de una Máquina de Guerra, abordada mediante un ejercicio de creación obsesivo que permite al artista acumular el mayor número de obras de arte y por tanto su eficacia.

del 16 de octubre al 8 de diciembre de 2009

Museu Comarcal del Montsià. Amposta


 

Presentación

Juegos de guerra 
Más Mini Mal o La invasión del mini jo de Pablo Bellot

Generalmente, cuando nos acercamos como receptores a la sala de exposiciones, esperamos recibir a cambio un mensaje claro; algo que parece complicarse cuando se trata de arte contemporáneo. Debido a nuestra inversión de tiempo -seguramente, en el caso del arte más cuestionado que en otras actividades ociosas (pensemos por ejemplo en el cine o la música)- esperamos ser recompensados ​​con algún tipo de rentabilidad. Un retorno que, ya sea a modo de experiencia estética o discursiva, suponga un beneficio personal y nos aporte un cierto grado de conocimiento, aprendizaje, información, mirada crítica o simplemente de momento entretenido, reflexivo o agradable.

Otra de las estrategias más comunes en el ejercicio de comunicación entre la exposición y el observador -extensible a cualquier producción cultural- es la capacidad de generar complicidad y empatía por parte de lo mostrado. Es decir, la certeza de que las obras expuestas nos hablan a nosotros mismos o analizan aspectos identificables y representativos de nuestras maneras de ser y estar en los tiempos que vivimos. En este sentido, el arte contemporáneo suele ofrecer un espacio de interpretación más flexible y libre -también más controvertido- para determinar lo que somos dentro de unas estructuras sociales, culturales y políticas definidas por su rigidez y su poca (o nula) posibilidad de discusión.

Dicho de otro modo, parece que la experiencia artística se vuelve más efectiva cuando nos vemos reflejados; cuando el consumo en arte nos lleva a pensar en aquello que nos rodea y es capaz de procurar ciertas pistas para cuestionarnos o entendernos mejor. Ahora bien, a veces puede pasar que lo que contemplamos, desde la distancia segura y convenida del espectador, nos disguste o nos incomode. A veces puede ocurrir que no nos guste mucho reconocernos como parte integrante de lo que vemos. Algo así ocurre en las pinturas y los dibujos obsesivos de Pablo Bellot. Una sátira oscura y grotesca del individuo contemporáneo que parte del concepto inventado de mini yo para explorar, desde un imaginario infantil, adolescente, carnavalesco, juerguista e incluso gamberro, los miedos y las pesadillas que constantemente nos acechan en nuestras relaciones habituales con el entorno y los demás.

Para ello, el artista recurre al dibujo en blanco y negro -de herencia fanzinera y underground, de ahí la lectura contracultural del mini yo - a partir de la construcción figurativa de personajes siniestros (más próximos a la ironía macabra de Edward Gorey que a la tierna amabilidad de Tim Burton) que se presentan amenazantes y agresivos ante la mirada del visitante. Un tipo de violencia explícita que se refugia en la parodia del disfraz infantil y el juego de guerra pero que, a su vez, evoca con contundencia la crueldad, la desesperanza y el desasosiego implícitos en el hombre corriente. Dibujos y pinturas de gesto rápido y ágil que incorporan infinidad de símbolos de tipo violento -máscaras, pistolas, armas blancas, gestos agresivos, imaginería fascista, uniformes, caras enfermas ... - convirtiendo sus múltiples y siempre jóvenes mini yos en un auténtico ejército del mal; una hueste de niños y adolescentes aparentemente perturbados, entrenados y preparados para la lucha inminente.

Podemos afirmar que la idea del mini yo -propuesta ambiciosa en la que Bellot lleva años trabajando- funciona como cosmogonía personal. Un imaginario propio que, deudor de la estética del gore (la sangre y las vísceras), las películas de zombis (el muerto viviente), el chiste de mal gusto (la crueldad ridiculizada) y el humor gráfico más negro ( la sátira social a partir de la parodia y la exageración), se articula de acuerdo con lo que Bellot denomina la "tragiparida": un concepto de apariencia absurda pero adecuado y preciso para profundizar en la desalentadora y sarcástica visión del mundo cotidiano que nos acosa. Una mirada tétrica y sombría sobre la realidad diaria que incide en todas sus miserias, dramas, represiones y frustraciones.

Una cosmogonía expansiva que se exhibe ante el espectador como acumulación caótica de personajes, microrrelatos e historias simplemente apuntadas y voluntariamente no desarrolladas que ocupan el muro invitando a un frenético juego de contrarios: inocencia y perversión, ingenuidad y malicia, ternura y sadismo, rechazo y simpatía, violencia y humor. Una verdadera invasión del espacio expositivo centrada en el exceso y la saturación de información (desde pequeños dibujos a grandes lienzos) que, como suele pasar en el cine de acción o en la literatura fantástica, dota a la ficción de cierto grado de veracidad para enfrentarnos-ahora desde el arte a conceptos primarios como los del bien y del mal. Códigos de interpretación directos que el artista estructura a través de una lectura rizomática o hipertextual-sin inicio ni final, sin orden establecido ni pautas prefijadas-que incita a una aproximación libre, desjerarquizada y subjetiva por parte del receptor. Un receptor que penetra en la sala a modo de intruso o persona no grata, sintiendo así la tensión de pasar de ser observador a ser objeto de observación e intimidación.

Y para mantener este antagonismo crónico que define la obra de Pablo Bellot, no es extraño que se centre en la infancia, y sobre todo en la adolescencia, como punto de partida de su mitología e imaginario visual. Un período específico de la vida en la que ingenuidad y perversión se entremezclan (la represión del deseo, la carencia de autonomía, la ausencia de autoridad moral ...). Una etapa de cambio y efervescencia rebelde y revolucionaria de bajo fundamento que permite al artista explorar de manera paródica y ácida los problemas que determinan nuestro día a día. Los mini yos de Bellot suponen por tanto un proceso (artístico) de carnavalización del individuo (el disfraz y la máscara que nos esconde y nos protege a la vez) que, como apuntó Fernando Castro Flórez en relación con la muestra "Mini yo en el campo expandido y más p´allá también hay casas "(Fundación de las Artes, Valencia, 2007), nos enfrenta sin divagaciones ni vueltas con lo que el crítico denomina la" conflictividad del presente ".

Más Mini Mal o La invasión del mini yo (2008-2009), nueva entrega del proyecto ahora en el Museo del Montsià, establece, como en ocasiones anteriores, un gesto irónico de complicidad arte minimalista, un elemento presente tanto en el uso exclusivo del blanco y negro y la simplicidad de sus figuras como en el juego de palabras que establece el título: "más daño en miniatura" o "peor en microdosis". Una exposición que mantiene las mismas premisas de territorialización y ocupación exhaustiva de la sala a partir de multiplicidad de obras que van desde pequeños dibujos sobre papel en pinturas de grandes dimensiones.

Una reciente invasión del mini yo que nos brinda una imagen apocalíptica y corrosiva de la realidad. Cientos de frágiles y desengañados adolescentes que, sin saber muy bien los motivos contra los que luchan, aparecen preparados para un juego supuestamente verídico de guerra y masacre. Un simulacro de caos y catástrofe en el que -potenciado además por el uso del texto en los títulos: Combate a muerte, Dios que malo que soy, Rompecabezas, Antoñito pesambres, La venganza del atroz ...- el artista extrae una alta dosis de humor negro y cinismo que no deja títere con cabeza. Todo es exagerado, desmesurado y grotesco en Más Mini Mal: ​​la actitud agresiva de los personajes, el dolor de las caras, el adelgazamiento de los cuerpos, el carácter rudimentario de las armas, las vestimentas, las prótesis y mutaciones ... Un exceso asfixiante que, unido al horror vacui derivado de la cantidad de obras presentadas, prácticamente imposibles de asimilar, genera de forma efectiva la sensación de miedo y angustia vital que Bellot extrae de la práctica artística.

Un temor latente que, en gestarse desde la crisis adolescente i la travesura infantil (ambos contextos cercanos y familiares) irrumpe bruscamente ante nuestros ojos -divirtiéndonos y asustándonos a la vez- como experiencia extrema pero a la vez posible; algo que argumenta y justifica nuestra desconfianza inicial ante el mini yo. En definitiva, un ejercicio de vandalismo contra este mundo establecido y estanco con el que nos toca luchar diariamente. Un arte de la gamberrada que, en términos artísticos, convierte Pablo Bellot en una especie de delincuente capaz de dar la vuelta al aburrimiento anquilosado de la vida cotidiana y transformarlo, a través de la violencia, en una dinámica de intrusión y desajuste del individuo y sus límites.

En "La identidad", Kundera habla de tres tipos de aburrimiento: "el aburrimiento pasivo: la chica que baila y bosteza; el aburrimiento activo: los aficionados a las estrellas; aburrimiento rebelde: la juventud que quema coches y rompe escaparates. "Resulta imposible no relacionar las invasiones plásticas del mini yo con la tercera vía de aburrimiento apuntada por el checo: el rebelde. Y aquí es donde reside la clave fundamental de la propuesta artística de Pablo Bellot: la respuesta rebelde e inconformista ante la imposición y la norma.

David Armengol

 

Nota informativa

Pablo Bellot, nacido en Alicante en 1976, es licenciado en Bellas Artes por la UMH de Altea y especialista en artes visuales y intermedia. Obtuvo una beca Erasmus en el año 2000 para ir a Torino y ha obtenido varios premios: 2 º premio del Concurso de pintura Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia (2003), 1er premio Concurso Artes Plásticas Creación Artística de la Universidad de Zaragoza (2002), ganador de la Bienal de Arte Ciudad de Amposta (2008), etc. Ha participado en numerosas exposiciones colectivas desde el año 1998 hasta el 2008 realizadas en: Alicante, Benidorm, Altea, Barcelona, ​​Torino, Zaragoza, Murcia, Valencia, Torrevieja, Amposta, etc.

La exposición "Más Mini Mal o la invasión del Mini Yo en MM" está basada en la elaboración de una Máquina de Guerra, abordada mediante un ejercicio de creación obsesivo que permite al artista acumular el mayor número de obras de arte y por tanto su eficacia. Las directrices de esta máquina son su número, su envergadura, por lo tanto cuantas más piezas la formen mayor será su efectividad. Para que la Máquina de Guerra sea infalible debe ser efectiva en cualquier circunstancia, obteniendo un nivel de saturación satisfactorio, convirtiéndose en el mundo del Mini Yo.

El objetivo de este proyecto es invasivo, como si de un virus se tratara, ya que el comportamiento de esta máquina es similar al del rizoma arbóreo, expandiéndose a partir de partes de sí mismo, de formas independientes con la virtud de ser un todo, al poder interrelacionarse, al expandir y apropiarse del espacio invadiéndolo, para crear una experiencia de saturación y caos. El resultado es el mundo del Mini Yo. La invasión del Mini Yo es un gesto malintencionado con el objetivo de mostrar, a través de los cuadros y los dibujos como el "Mini Yo" territorializa el espacio sobrepasando los su propios límites de objeto bidimensional. De esta manera puede expandirse desde lugares clave corroborando así la interrelación entre las diferentes piezas. Los personajes o Mini yos carecen de escenario propio, lo que les permite invadir el espacio expositivo.

La intención del artista es transmitir de alguna manera ya través del propio cuadro, que el proceso de creación está vivo y en cierto modo caprichoso y completamente espontáneo. De esta manera la pieza irá aumentando al incorporar a la tela principal de otras telas, aleatoriamente, según sus necesidades. Hecho que provocaría que las piezas resultantes serían composiciones de dos o más telas llegando a tener casi 3 metros de altura o más dependiendo de la obra. Las piezas se expanden invadiendo el espacio expositivo. Los cuadros aumentan de tamaño expandiéndose mediante la propia tela. El cuadro en sí es como un árbol, la tela principal es el tronco y aumenta de dimensiones donde se corresponde como si fueran ramas, raíces y ramaje del mismo árbol creando un paralelismo entre el crecimiento del árbol y el proceso de creación: ambos espontáneos, impredecibles, intrínseco en la propia naturaleza.

Las obras han sido concebidas como un gran embrollo. Maraña de cuadros, personajes, historias, chistes y desesperanzas, unidas como en un mini universo, reflejo de las miserias del ser humano sumido en el caos y la saturación. El mundo del Mini Yo es una maraña de personajes protagonistas de sus propias historias, amargas e hirientes a la vez que graciosas, y que en esencia recrean el reflejo de todo individuo: sus miedos, deseos, pesadillas. El Universo del Mini Yo se el mundo de la "tragiparida".

Los Mini Yo muestran imágenes puramente estéticas de una violencia infantil, un filtro de la cotidianidad contemporánea, contraste perfecto para desenmascarar aquel pequeño ser maligno que habita en cada uno de nosotros. Los Mini Yo son el reflejo de la personalidad de cada individuo que interpreta de forma subjetiva las diferentes lecturas que ofrece cada imagen, compartiendo miedos, sonrisas y admitiendo la indiferencia como meta. El Mini Yo es un compendio de contradicciones por todas las partes, desde su componente conceptual a la formal. Se pelean una serie de conceptos completamente contradictorios como la violencia il´acudit, el vacío y el caos y la saturación, el minimal expresivo, lo sádico y lo tierno, lo simbólico y lo hilarante, el blanco y el negro, lo rallado y la pulcritud ...

La finalidad del artista es conseguir una sensación global del montaje, de la composición de las obras, propiciar en el espectador fue el otro, lo ajeno, el intruso observado por una multitud de seres y a la vez crear un acercamiento concreto con cada obra, enfrentándose directamente a cada una de ellas, consiguiendo que se sienta absorbido por la obra gracias envergadura del cuadro, que la tela ocupe todo el campo visual del espectador.

Créditos

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